SOBRECARGA EMOCIONAL
SOBRECARGA EMOCIONAL
Como en el juego, todo va de espacio y tiempo. Sin espacio y tiempo es muy complicado conducir. Sin espacio y tiempo es casi imposible superar una situación de uno contra uno. Sin espacio y tiempo el juego se vuelve imprevisible: los golpes aparecen, la incomodidad se multiplica y el rendimiento se caracteriza por su irregularidad.
No nos sorprenderíamos si, después de un entrenamiento, o incluso después de un partido, un jugador o jugadora (es lo mismo), tuviera alguna molestia en cualquier parte de su estructura muscular. Una leve cojera puede ser la forma habitual de caminar después de jugar a nuestro maravilloso juego. Todes somos sensibles a percibir dicha cojera, y en función de los recursos disponibles del club o de la organización de dichos recursos, el o la fisioterapeuta, el delegado o delegada, el padre o madre e incluso el mismo entrenador o entrenadora invierte un tiempo en atender y tratar la molestia, ya sea en el vestuario, en la sala de fisioterapia, en el coche, en la bañera o en el sofa de casa. Un espacio y tiempo indeterminado pero, eso sí, un espacio y tiempo presente. En mi caso, unas veces mi padre y otras mi madre, me calmaban el dolor en los gemelos con esas friegas llenas de amor y cariño. En otras ocasiones, cuando el dolor era un poco más intenso y duradero, me daban ese infalible y dulce jarabe sabor naranja. En definitiva, era un espacio y tiempo (nuestro espacio y tiempo) para calmar el dolor, para bajar la inflamación, para descargar la zona o para mantener la rutina.
Pensaréis que os infravaloro si ahora en las siguientes líneas os comunico que esas molestias, muchas de ellas sobrecargas musculares, se podrían convertir en lesión muscular si no se tratan o, simplemente, si no se descansa. Es algo obvio. Quizás tenemos menos información, pero en líneas generales, también hay un conocimiento básico sobre cómo tratar dichas molestias: cuándo utilizar el frio, cuándo el calor e incluso, cuándo hacer contrastes de frío-calor.
Pero, en cambio, ¿se hace lo mismo con las molestias psicológicas? ¿Le damos tiempo y espacio para atender las emociones previas y posteriores a un partido? ¿Y las distorsiones de pensamiento antes o después del mismo? No tardaríamos en ponernos de acuerdo. Estoy convencido de que el silencio sería el protagonista en las respuestas a las cuestiones planteadas; los “si, bueno, quizás no”, los “no es lo mismo” o alguna otra justificación.
A diferencia de las molestias físicas, dejamos que los pensamientos se queden enquistados, que las emociones desaparezcan con el paso del tiempo (si es que llegan a hacerlo) o, incluso, tratamos de evitar esa charla interna con nosotros mismos. En el peor de los casos, seguimos exponiendo a les jugadores a un estrés post-partido que en muchos casos empieza varias horas antes del pitido inicial, y lo hacemos con el sonido de las persianas al subir acompañado de “hoy hay que ganar” o en el coche de camino al campo y un “a ver si el payaso del entrenador te saca de titular”. Vendría a ser como si una persona, después de jugar el partido, empieza un Ironman y antes del partido ha ido a la arena de la playa a calentar.
Las lesiones psicológicas, por fin, empiezan a tener línea de pase, a levantar la mano. Es de vital importancia que entre todos los que formamos este ecosistema le empecemos a crear un espacio y tiempo a la atención psicológica cotidiana. Tanto si el rendimiento es el motivo, como si lo es el bienestar psicológico, es urgente e importante que empecemos a darle el espacio y el tiempo que necesitan esas sobrecargas emocionales. La expresión facial, los tics, la expresión verbal, los posibles somatizaciones, la falta de hambre, el exceso de ingesta, el patrón de socialización, la euforia desbordada, entre otras tantas, también forman parte de las cojeras post-partido y éstas también necesitan ser atendidas y cuidadas si queremos evitar futuras lesiones relacionadas con la salud mental. Lesiones que, cuanto menos, tienen la misma influencia en el rendimiento de les jugadores.
Así que hagamos visibles y normalicemos las sobrecargas emocionales. Creemos ese espacio y tiempo para abordar las situaciones psicológicas, porque solamente así permitiremos que el fútbol sea el terreno donde desarrollarse física, mental y emocionalmente, y sobretodo donde disfrutar.
Está en nuestras manos, es nuestra responsabilidad y es tan necesario como urgente.
Ser padres y madres
Este verano me he leído la biografía de Aitana Bonmatí. Empezar y acabar un libro es uno de los retos del verano y lo he superado. Pero esto no es lo que importa.
Jugar con mochila
Si los especialistas de la condición física lo hubiesen visto, seguramente hubieran pensado que aquello estaba más cerca de una negligencia que no de un recurso condicional para fortalecer y optimizar el rendimiento.
Entrenar nuestra mirada
Hay estímulos que ni siquiera las cámaras son capaces de llegar a captar y sin embargo son factores que afectan al rendimiento de un jugador o jugadora.