JUGAR CON MOCHILA
JUGAR CON MOCHILA
JUGAR CON MOCHILA
Recuerdo que cuando era jugador -no hace muchos años, no te creas- no había todavía mucha especialización alrededor del fútbol ni tampoco acceso a tanta información como la que hay ahora. De vez en cuando surgía una tendencia que cogía relevancia y que acababas viendo en la calle y en el campo y quizá también tú mismo aplicando porque te convencían de que era lo mejor, como por ejemplo entrenar con peso en los tobillos para mejorar la potencia del chute, la resistencia y la fuerza de las piernas y vete tu a saber qué. “Qué capacidad para poder aguantar la exigencia que supone ese peso para poder mejorar y crecer. Esto te hará más fuerte seguro” decían. Y claro, era difícil resistirse a no hacer el esfuerzo si esa era la recompensa.
Si los especialistas de la condición física, con la información y la experiencia que tienen hoy, lo hubiesen visto, seguramente hubieran pensado que aquello estaba más cerca de una negligencia que no de un recurso condicional para fortalecer y optimizar el rendimiento. Y más aún cuando el jugador o la jugadora que lo hacía estaba en pleno proceso de desarrollo.
Pero lo bueno de aquellas pesas era que eran palpables, visibles. Te las podías añadir y quitar, encima o debajo de las medias y ya está. Una moda más que tan rápido como llegaba se iba. Hoy en día, en cambio, tenemos un peso que se carga en otro sitio, pesa diferente y lo peor de todo, se resiste a irse porque muchas veces el jugador o la jugadora e incluso su entorno no es consciente de que lo carga.
Como jugador, como entrenador, después de ver muchísimos partidos, de analizarlos, de comentarlos con jugadores, entrenadores, padres y familiares, llego a la conclusión de que los jugadores y jugadoras juegan con una mochila. Una mochila que no es fácilmente visible, pero se muestra en la expresión corporal, en la rigidez técnica, en la gesticulación, en su comunicación verbal y en la ausencia de brillo en su mirada.
Y los especialistas del desarrollo mental, con la información y la experiencia que tienen hoy, cuando lo ven, piensan que en muchos casos se lleva la mente a tal límite que también llega a rozar la negligencia. Pero la diferencia entre un peso físico en la pierna y un peso mental es precisamente eso, que no se ve.
Mundial de Qatar 2022. Partido Argentina – México. La tensión es palpable en los dos equipos, pero Argentina llega peor de lo esperado después de perder el primer partido, dejándole en una situación límite en la que si ganan siguen con opciones de clasificación y si pierden se lía parda quedan casi fuera. Argentina, que vive el fútbol desde las venas, que sitúa en el resultado las esperanzas y la felicidad de un colectivo social que hace unos esfuerzos inimaginables por poder ver los 90 minutos (más los interminables descuentos de este Mundial) de un partido. El país se paraliza, se reúne, se desvive en sentido metafórico y literal por un equipo y una figura que encabeza el sentimiento argentino: Leo Messi. Precisamente quién tuvo gran protagonismo en el primer tanto que le dio oxigeno Argentina (selección y país entero). Y en se momento el equipo se deshinchó, suspiró y descargó en lágrimas toda esa mochila que cargaban en la espalda. Las cámaras llegaron a captar el momento en el que los técnicos lloraban rozando la ansiedad para desabrochar esa mochila que les estaba apretando hasta el cuello. Imagínate jugar envasado al vacío y en un momento dado: ¡ZAS!, aire de nuevo. ¿Puedes sentir la sensación de liberación?
En las declaraciones de después del partido, Scaloni, primer técnico de Argentina, habló sobre como el país y, por ende la selección, vive y siente un Mundial. Sus declaraciones daban sentido a las palabras de los jugadores argentinos después del partido, donde decían que no habían podido liberarse en el campo por la obligación vital de tener que ganar. El seleccionador expresó que Argentina, como país y también como selección, afronta el Mundial como si su supervivencia dependiese de levantar la copa. La vida depende de ganar o perder. Y esto, los jugadores y el staff técnico lo siente. “No podemos deberíamos vivirlo así” expresaba.
No todos tenemos la misma mochila, está claro, pero todos tenemos una, y los jugadores y jugadoras también. Ya sea por las expectativas generadas en su figura, por los esfuerzos que se hacen desde casa para que pueda jugar, la inversión de tiempo y dinero y la renuncia que ello conlleva, el sueño de “El sueño de ser jugador/a” que es una meta y no un camino, incluso el estado de ánimo que se respira en casa en función del resultado del partido, los ojeadores, los representantes, etc. Todo ello les aleja del juego, les hace ser más rígidos, tomar decisiones más lentas, estar desenfocados y gestionar los errores de forma destructiva, con su consecuente impacto en su desarrollo, tanto como jugador como persona.
Qué podemos hacer?
Ahora que podemos imaginarnos esa mochila cargada en su espalda, intentemos ver si realmente existe o no. Y no desde la pregunta directa, sino desde la observaciónexterna. Fijémonos en sus movimientos, en su expresión facial y corporal, en cómo se comunica, cómo llega y sale del campo, cómo es su comportamiento antes y después de un partido. Debemos entrenar nuestra mirada.
Y si creemos que existe ese peso, intentemos ver qué es ese peso, de dónde viene. Quizá sean las expectativas que recibe desde casa, quizá la presión que él mismo se echa encima, quizá la cultura del resultado, el estilo de intervención del entrenador, etc.
Efectivamente, lo anterior es un trabajo complejo que requiere de hacer visible y consciente aquello que en muchos casos sigue sin verse y sin saberse, y por eso debemos normalizar la figura del psicólogo. Y no sólo para ver qué existe en la mochila de nuestro hijo o hija, sino también para acompañarnos a nosotros como familiares para que podamos comprenderlo, respetarlo y hacerle ese peso lo más ligero posible.
Porque todo ello no hace más que distanciarle de la competición, del rendimiento, y sobre todo, de aquello por lo que un día empezó: disfrutar jugando con “la pelotita”.
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