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ENTRENAR NUESTRA MIRADA

ENTRENAR NUESTRA MIRADA

ENTRENAR NUESTRA MIRADA

Como bien sabes, desde la grada tenemos una amplia visión de todo el campo y de cómo va sucediendo el partido, pero es más difícil llegar a observar las expresiones de los jugadores o su gesticulación, a no ser que sea muy exagerada. Por suerte, las cámaras nos ayudan.

Pero hay otro tipo de estímulos que ni siquiera las cámaras son capaces de llegar a captar y sin embargo son factores que afectan al rendimiento de un jugador o jugadora. Veámoslo con un ejemplo:

Ferran Torres ha sido protagonista de numerosas críticas y presiones mediáticas que han puesto el foco en sus fallos, en su falta de aciertos a portería o en su estrecho contacto con el seleccionador Luis Enrique por razones que van más allá del campo. Lo que no han visto, quizá porque no han querido o porque se pierde el morbo de la noticia, es esto:

Cómo Ferran Torres agudiza el oído tratando de captar el murmullo de desaprobación de la grada, creándole una lucha interna, totalmente invisible para el mundo e incluso inconsciente para el propio jugador, entre la necesidad de recibir el balón para tener la oportunidad de demostrar su talento y, a su vez, el sufrimiento y las dudas cuando el balón se acerca, optando por no crear una línea de pase clara para no recibirlo y así no jugársela a tener más fallos.

Tampoco vemos cómo Ferran Torres juega con la boca seca de la tensión creada por factores no controlables, con la postura ligeramente encogida de la presión por tratar de gestionar lo no depende de él. Los gritos, murmullos e insultos de la grada le hacen cada vez más pequeño. El bombardeo incesante de pensamientos internos, críticas y comentarios irracionales esperan impacientes al error para poder explotar y salir a la superficie como un volcán de fuego.

Y lo más importante: no han visto que Ferran Torres no tiene unas características como jugador donde desequilibre al contrario en situaciones de uno contra uno, donde realice regates inverosímiles y explosivos como hacen otros jugadores de su misma posición. No han visto que Ferran Torres, en cambio, es uno de los mejores jugadores haciendo desmarques a la espalda de la línea defensiva.

Y como lo anterior no ha sido visto ni se quiere ver, se ha vuelto invisible. A nadie le parece importante, ni se le quiere dar importancia, ya que la atención mediática busca únicamente las jugadas sorprendentes. Y lo que es peor, como la atención se ha llevado al resultado medido con balones perdidos y goles fallados y se ha llegado a una comparativa que no es real porque Ferran Torres es únicamente Ferran Torres y no es ni Neymar ni Vinicius, Ferran Torres ha dejado de reconocerse como Ferran Torres.

Ferran Torres podría ser nuestrx hijx.

Y a pesar de que quieran convencernos de que lo importante es el resultado y la cantidad de minutos jugados, no debemos caer en la tentación de comparar y de poner el foco en lo que hace su compañerx de equipo en su misma posición porque no son la misma persona y nunca lo serán. No queramos meterle en un traje que no es de su talla porque la única verdad es que todas tenemos un traje a medida.

Debemos entrenar nuestra mirada para saber quién es nuestrx hijx, qué tipo de jugador/a es, cómo entiende el juego, qué características y habilidades tiene, dónde está su margen de mejora, cuál es su sistema de recompensas interno.

Si seguimos con el ejemplo, el sistema de recompensas de Ferran Torres es el desmarque al espacio. Él es bueno en eso (entre otras cosas) y centrándose en eso es como se reconoce a sí mismo. Y como consecuencia se generan más oportunidades para acercarse a portería, y llega el gol. Es lo que lleva haciendo en estos dos últimos partidos.

Por eso es clave invertir tiempo y entrenar el autoconocimiento del jugador o la jugadora: para que sepa en qué es único, para crear su sistema de recompensas interno que le ayude a poner foco en lo que él puede controlar en lugar de lo que no depende de él (rival, resultados, comentarios…), para que no intente ser el jugador o la jugadora que no es y, en definitiva, para que nunca deje de reconocerse en su juego.

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