"Esto en nuestra época no pasaba"
"Esto en nuestra época no pasaba"
"Esto en nuestra época no pasaba"
La profesora responsable de tutorizar mi trabajo de fin de grado en la Universidad Autónoma de Barcelona me hizo cambiar el término «afecto» cuando quise referirme a la afectividad que lxs pequeñxs sienten por su deporte. La frase era más o menos así: «los deportistas infantiles sienten un alto afecto por el deporte que practican y eso puede ser una oportunidad o un factor de riesgo». El motivo del cambio de concepto era que el «afecto» se debe utilizar únicamente para referirse a las relaciones humanas. Quizás, en un trabajo de base científica no era correcto utilizar la relación entre afecto y deporte. Así que a nivel científico puede ser que no sea una forma literaria correcta, pero a nivel social lxs pequeñxs tienen una alta afectividad por su juego, solamente hay que levantar la cabeza y observarlxs. Y sino preguntarle a todxs aquellxs que nos hemos críado con Oliver Atom y su mejor amigo, «el balón».
Entonces, ¿Cómo puede ser que cada vez el abandono de la práctica deportiva sea más temprano? ¿Cómo puede ser que cada vez el síndrome burnout -estar quemado- haga más visible su sintomatología en lo campos? ¿Cómo puede ser que cada vez hayan más problemas relacionados con la salud mental en los vestuarios y fuera de ellos?
Nos enfrentamos a una situación social que es lo suficientemente urgente e importante como para seguir dejándolo en lamentos y conversaciones “arreglamundos”. Solo por dar un dato que corrobore esta imperiosa necesidad, en Cataluña el suicidio es la segunda causa de muerte entre los 15 y 29 años. Y lo siento. Siento la franqueza y la mochila que os pretendo cargar, pero en este tema todxs lxs adultxs que poblamos el entorno tenemos una gran responsabilidad.
Me guardo la oportunidad de reflexionar sobre lxs otrxs agentes responsables del desarrollo de lxs jugadorxs para otras publicaciones. En esta me gustaría dirigir el foco hacía el agente social principal responsable de diseñar el proceso de aprendizaje de lxs jugadorxs: lxs entrenadorxs. Especialmente lxs de las etapas iniciales, tan esenciales e importantes como olvidadas, desatendidas y desvalorizadas. Etapas iniciales con modelos de juego con principios, subprincipios y subsubprincipios. Sistemas de juego con comportamientos marcados por lxs entrenadorxs. Jugadas elaboradas de principio a fin para superar la presión estudiada del rival. Y todo esto acompañado de un proceso de entrenamiento mecánico y con consignas estereotipadas para todxs lxs jugadorxs.
Sería una simple discusión en la sala de entrenadores en las que se intercambian opiniones y creencias si no fuera por el daño irreparable, o difícil de reparar, que estamos haciendo a lxs niñxs que hay detrás de los resultados del fin de semana. En estas etapas iniciales las personas somos sensibles, necesitamos construir evolutivamente el esquema corporal. El nuestro. El del niño o la niña. No el del jugador. Es importante hacer esta diferenciación, ya que debemos tener muy claro que la persona (sea de la edad que sea) construye al jugador, no al revés. Ni tampoco separados, el jugador y la persona entendidos como entes diferenciados. Teniendo esto en cuenta, será más fácil entender y sensibilizarnos con el daño «irreparable» que he comentado en líneas anteriores.
Volvamos al esquema corporal, una de las puertas más importantes hacia el desarrollo psicológico del niño/a: a través del cuerpo las personas empezamos a desarrollar nuestra inteligencia. ¿Qué pasa cuando se deja de utilizar un método de entrenamiento en el que lxs jugadorxs deben descubrir su propio esquema corporal y pasa a tratar de reproducir los mismos movimientos (técnicos/»tácticos») pautados por consignas mecánicas? Con el esquema corporal las personas empezamos a desarrollar el autoconcepto. ¿Qué pasa cuando en los entrenamientos nos dicen cómo debemos ser a través de nuestros movimientos en el campo y nuestros gestos con balón?. Con el desarrollo corporal las personas empezamos a relacionarnos con el medio y con las personas que nos envuelven en ese medio. ¿Qué pasa cuando las relaciones con los compañeros y rivales vienen determinadas por comportamientos predeterminados en el modelo de juego mental, e incluso escrito, del entrenador/a?
Pues lo que ocurre es que cuando llegan a la adolescencia les demandamos que sean capaces de, primero, entender sus emociones y, segundo, que las gestionen. Lo siento, es tarde. Para ellos es el doble de esfuerzo en un momento donde su sistema hormonal lo hace todo más complejo. Aprendieron a que la interpretación y la gestión venía del rol «experto» cuando empezaban a desarrollar la competencia de autopercepción a través del cuerpo. Lo que ocurre también es que cuando se convertien en seres «desesperantes» (término que seguramente habréis escuchado por parte de los muchxs adultxs para referirse a sus hijxs adolescentes) les pedimos que sepan comunicarse y que sepan comunicar sus problemas con las personas que les envuelven en el medio donde conviven. Lo siento, es tarde. Lxs acostumbramos a que les dijésemos cómo debían relacionarse en las etapas iniciales, cuando empezaban a asentar las bases de su forma de relacionarse con los demás. Por no hablar de su autoestima, confianza, necesidad de aprobación externa, motivación… que por no haberles prestado atención se han convertido en llamadas de socorro en forma de ansiedad, depresión, aislamiento social, trastornos alimenticios y un largo etcétera.
Acabo. Para lxs más mayores. ¿Sabéis eso de, «esto en nuestra época no pasaba» y/o la de «nosortxs jugabamos en el parque, ahora ya no se juega»? Pues tenéis parte de razón. ¿Os acordáis de la libertad de jugar en la calle? Pues explicado muy superficialmente y sin mucha paja teórica, eso os permitió desarrollar vuestro propio esquema corporal, utilizar vuestros movimientos para relacionaros con los bordillos, con las piedras, los coches, los bancos y las personas que se cruzaban por el campo improvisado. Los recursos técnicos eran desarrollados en base a lo que vuestras características corporales os permitían. Jugar era la único importante y el resultado solo cogía relevancia en el último gol. Quien marcaba el último, ganaba. Las otras 2, 3 o 4 (o más) horas «solamente» habíais sido libres en vuestro juego.
Nuestra hipótesis es que, aunque fuese incoscientemente, eso os ayudó a desarrollar las competencias para un autoconocimiento, una autorregulación y una interacción social que provocaba que, repito de nuevo, incoscientemente, «esto en vuestra época no pasara».
Con este proyecto buscamos utilizar lo mejor de aquel juego en la calle pero de manera consciente, gracias a un proceso de aprendizaje libre y guiado, que pone en el centro al jugador y que está direccionado de dentro hacia fuera, poniendo atención en todas aquellas variables del desarrollo psicológico de la persona y la dejan ser en cada etapa de su recorrido para que sigan disfrutando de lo que les gusta, sigan teniendo afecto por el balón y sigan teniendo ilusión por la vida.
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